A casi siete décadas de que se dio inicio del Plan Bohan, el cual articuló el occidente con el oriente a través de la carretera Cochabamba-Santa Cruz, hoy se vislumbra en los Llanos Orientales una visión de desarrollo enfocada a la extracción y transformación de recursos naturales. La genialidad de este plan desarrollado por los años 50 ha marcado un hito fundamental para el desarrollo y crecimiento económico que hoy se vislumbra preocupante en el ámbito ambiental. Cultural y socialmente también se ha avanzado, aunque aún falta mejorar la equidad hacia los territorios indígenas de las Tierras Bajas quienes son los guardianes silenciosos del Patrimonio Natural.
Actualmente, el tono verde de los bosques de Bolivia cada vez tiende a convertirse en gris por la dinámica de cambio de uso de las tierras orientales. Desde la revolución agraria (1953) la “tierra es para quien la trabaja”, años después (1996) la Ley INRA establece la Función Económica y Social (FES) para evitar “tierras ociosas”. Si bien la FES beneficia a la sociedad, ambientalmente presiona convertir de bosque a uso agropecuario. La Cumbre Agropecuaria “Sembrando Bolivia” (2015) amplia el desmonte para la FES de 5 a 20 hectáreas, lo cual promueve mayor cambio de uso de suelo para la seguridad jurídica en predios.
Según se configura la economía del país, el valor funcional de los bosques va quedando en áreas más restringidas como territorios indígenas y áreas protegidas. Al parecer estamos hipotecando nuestros ecosistemas por una economía inmediata. Las pérdidas económicas sucedidas por fenómenos climáticos, nos posicionan a nivel mundial entre los diez países más vulnerables por el cambio climático (Germanwatch e.V.). A diferencia de otros países, Bolivia posee una baja capacidad de recuperarse ante cualquier desastre ambiental, nuestra capacidad adaptativa es muy baja, por lo que la conservación de bosques es clave para ser resilientes al cambio climático.
Según las Naciones Unidas, las ciudades para ser resilientes y obtener un ambiente saludable, mínimamente debe contar con 15 m2 de áreas verdes por persona; lamentablemente este indicador no se cuenta en muchas de las ciudades del país. Los desastres ambientales tienen a ser mayores porque no ordenamos nuestro territorio, se produce y construye en zonas que no son aptas por que inundan o porque los suelos con improductivos. De continuar así; la hipoteca de nuestro medio ambiente pasará la factura a la siguiente generación.
Columna Verde publicada en La Razón: http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/Medio_Ambiente-transformacion_0_3021297843.html
Marlene Quintanilla
Directora de Investigación y Gestión del Conocimiento
Fundación Amigos de la Naturaleza