Con más esperanza en lo ambiental, esta década podría vislumbrase como el inicio de la revolución verde. Después de los devastadores sucesos en Latinoamérica, Australia y otras regiones, se nos avecina la peor guerra que el humano deberá afrontar y es contra el cambio climático. Las mega sequías hoy son el preámbulo a los megaincendios que no dan tregua calcinando a millones de animales, destruyendo viviendas y llevándose vidas humanas. Si bien los incendios en varios países son sucesos comunes, las dimensiones en magnitud e intensidad nos muestran un holocausto ambiental cada vez mayor.
Los bosques son esenciales para limpiar el dióxido de carbono, lamentablemente nuestro modelo de desarrollo lo está transformando en ceniza en poco tiempo. Greta Thunberg dice que la esperanza para reducir el calentamiento global está en el pueblo y la democracia, menciona que el ciudadano común puede cambiar el destino del planeta. En la pasada COP25 realizada en España, la comunidad científica recomendó que los países debían comprometerse con el objetivo de lograr la neutralidad de carbono para 2050, esta medida es urgente y necesaria para que el planeta sobreviva. Tras el fracaso, se la denomina «COP de las lágrimas», porque concluyó sin consensos y sin acciones concretas. Asimismo, el Papa Francisco exclamo previa a la Cumbre Climática “¡Qué lejos están las palabras de las acciones concretas!” e hizo un llamado para escuchar a los jóvenes que demandan un mundo mejor y subrayó la necesidad de una acción climática urgente.
Iniciamos un nuevo año, con probablemente nuevos actores en la política que definirán el rumbo del país, en una era donde lo ambiental requerirá propuestas concretas para dar respuestas a los sucesos que marcaron la sensibilidad de las familias tras lo sucedido en la Chiquitanía y porque ya afrontamos la crisis climática mundial. Es la oportunidad de implementar una agenda ambiental que vislumbre a una Bolivia innovadora, productiva y sostenible, llena de recursos que requieren ser administrados con inteligencia; dejar de ser un país que solo ofrece materia prima, si no más bien que traza y diseña un modelo de desarrollo resiliente y capaz de afrontar los efectos del cambio climático.
Si en esta década no se toman medidas urgentes para frenar y reparar los graves daños causados al medio ambiente; la contaminación del agua, del aire y los desechos químicos amenazan la integridad de los seres humanos y hasta su capacidad para reproducirse. Requerimos unir esfuerzos, proponer y hacer acciones concretas para adaptarnos a un mundo que atraviesa una crisis climática. Este 2020 tracemos y desarrollemos mayores acciones ecológicas para una Bolivia que garantice el futuro de nuestro niños y jóvenes.
Marlene Quintanilla
Directora de Investigación & Gestión del Conocimiento
Fundación Amigos de la Naturaleza
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